Reloj

sábado, 21 de agosto de 2021

CARTA PARA PATRCIA

 PARA MI HIJA PATRICIA

En los tiempos en que vivimos ya no es novedad para nadie, 

la facilidad con que podemos ubicar personas; sea que por mucho o poco hemos dejado de ver, saber de ellas, en algunos casos, seres muy queridos, que han quedado parcial o totalmente cubiertos por un manto de olvido. 


No podemos evitar que el inexorable paso del tiempo cubra todo aquello que no frecuentamos, aunque muchos de nosotros somos reacios a desenterrar situaciones del pasado, porque casi siempre nos traen dolor, pero en muchos casos pueden también colmarnos de dicha y llenarnos de alegría. Sin pasar por alto que algunos como yo, le gustaría reescribir la historia.

Nosotros los viejos recordamos: 


En particular creo que vivimos más del ayer que del presente. Pero en fin, cualesquiera que sea la perspectiva que tengamos de este tema, de una u otra forma nos afecta, más ahora cuando cuesta mucho menos encontrarse frente a frente con el pasado que creíamos perdido, olvidado o lejano, porque en una de las redes sociales, aparece alguien consultándonos si somos tal o cual persona. 


No puedo tampoco desconocer que de mi generación somos los menos, la mayoría de la gente de mi época, se muestran reticentes a meterse en las modernas comunicaciones. 

Hace poco tiempo apareció  de improviso una mujer cuyo nombre es Patricia, consultándome ¡si yo era su padre!, aquél a quien ella buscaba; confieso que mi sorpresa fue grandiosa y placentera. Un cúmulo de situaciones andadas antaño, se agolparon en mi mente, como una tropilla de caballos desbocados que buscaban una salida.

 

Claro, es allí cuando comenzó mi vida en la Patagonia, todo aquel espacio existido en aquellas extensiones de viento y frío; cuando mi juventud presionaba dentro de mí pecho, manifestando su deseo incontrolado de conocer y vivirlo todo. 

La casa campesina de su abuela, fue un remanso para mi soledad y consuelo para la ausencia de mi familia lejana; 

eso nunca lo he olvidado.

 

Este intempestivo encuentro, añoró episodios escondidos de mi juventud, generó en mi interior nostalgia y, evocación. El dialogar con Patricia, aunque fue a través de un celular, me permitió apreciar la impresión que mi paso por su existencia había dejado y si esta fue positiva o no. El hecho que fuera ella quien me buscara me convencía, que sí, pero ¿de que forma?, era interesante saber y eso me mantenía ansioso. 

La alegría que ella había manifestado a través de sus palabras; recordé y, vino a mi el fluir intenso de los acontecimientos ocurridos después de haber conocido a su madre; los amores y desamores, las dichas y desdichas, sus interminables fracasos, sin adentrarse en por menores, me desconcertaron dejándome un sensación de reminiscente tristeza. 


Ello porque Patricia recalcó, sin titubear haber reconocido la ausencia del amor de su padre idealizado, creo yo,  exageradamente dentro de su mente, cosa que me desconcertó, que no pude reconocer que era de mí de quien hablaba, no estaba seguro. 

Podia pensar entonces que más que algo malo, fui una influencia positiva  para su vida, lo perfecto no existe. Pero debo comprender también, que en su mente de niña, quedaron impresas sólo virtudes, es como si un ángel hubiera perturbado agradablemente su adolescencia, llenando su vida de sueños e ilusiones, respecto a su progenitor de una perspectiva que no podía ser verdadera.

 

No deseo descartar una adulación provocada por la alegría del encuentro, y la tristeza de ella al encontrarme en esta parte de mi existir, en que me hayo y que no he tenido otra virtud que la de ser su perdido padre. 


En este transitar de mi vida, en que todos los que en mí alrededor se mueven, pasan por mi lado envueltos en la nebulosa de sus vidas, llenas de atados de los cuales no pueden escapar, es posible que no me vean, no los culpo, igualmente transité por allí, conozco su intrincado laberinto, pero ¿acaso yo ahora no estoy encadenado a algo mucho más atroz, que son mis recuerdos, que ahora resurgen como las cenizas del volcán Chaitén?.

 

Así las cosas, aquellas personas que aparecen viajando a mi ser desde tiempos pretéritos, consiguen el milagro de desenterrar pensamientos perdidos, añoranzas sepultadas, que para alguien que le agrada escribir, son como la sabia de los árboles en primavera, que les permite que su follaje reverdezca con ímpetu y se refleje en sus hojas como cristales a la diáfana luz del sol.

 

Patricia fue el puente para hallar el camino perdido, a una historia de un amor juvenil, pletórico de sueños, e ilusiones que volaban con la belleza de las mariposas, llenas de caricias y besos furtivos, inocentes, carentes de maldad y lleno de pasión, la esencia que consigue que seres pensantes como nosotros, vivamos eternamente en un segundo lo infinito, desconocido por la mayoría de los mortales después de aquello. 

Otros que por esto o aquello no les ha sido posible experimentar, o les ha sido negado por sus creencias o convicciones.

 

La alegría de un simple juego de tirar el aro a una botella, o la herradura que da justo en el fierro clavado en el suelo, el galopar juntos por el campo, al aire sus cabellos castaños llevados por el infatigable viento de la pampa patagónica. 

El observar las majadas de ovejas que se desplazan por la pradera como nubes blancas en el cielo, asustadas por un perro furtivo que escapo de su dueño, delito grave entre los ovejeros de antaño, o simplemente el encanto de una mirada cómplice.

 

Aquellos ojos marrones alegres, brillantes aún, el tiempo no ha podido con ellos, el gozo desbordante de la juventud, que los caracterizaba; su cristalino color y alegría ha quedado escondida en la simiente hermosa que ha generado su esencia. 


Mi alma se conmueve, la descendencia es una bendición de Dios. ¿De verdad eres tú la hermosa niña que perdí en la inmensa soledad patagónica?, que estaba más dentro de mí que fuera; soledad de la pampa, que cerca de ti ya no era tan vasta y desierta para mí. 

Providencial y bello encuentro, absolutamente dichoso, pletórico de añoranzas campesinas patagónicas, de un hombre de cabellos encanecidos, que mira en el ayer aquella piel, que el tiempo aún no habrá conseguido marchitar. comprendo tus sueños, tus amores y quebrantos, la vida es así imperfecta. Patricia cuando Dios abrió las ventanas de los cielos, te apresuraste a tomar lo que era para ti, no te demoraste, a veces es sólo un suspiro, pero tú me diste el mejor de todos los regalos.

 

Gracias Patricia, llegaste de nuevo a mi, con un corazón integro sin dobleces, demostrando con ello algo que muy pocas personas tienen, que es el perdonar… Dios te bendiga hija mía…

      ULISES IBACACHE